En medio de una primavera lluviosa y tras la subida de temperaturas de hace un par de semanas, las viñas comenzaron a brotar en las distintas zonas productoras de Castilla y León.
Lo que hace un par de meses parecía que iba a ser un comienzo de ciclo muy temprano debido al suave invierno cambió drásticamente con los fríos días de finales de febrero y con las ligeras heladas de las últimas noches y ahora nos encontramos con una cosecha que arranca sin adelanto con respecto a lo que podría considerarse un “año estándar”.
Con unos suelos empapados, la posible sequía veraniega no parece un problema a priori y tanto viticultores como bodegueros se resignan a consultar cada mañana la temperatura mínima registrada durante la noche con la esperanza de que no haya heladas tardías una vez brotadas las cepas, pues pocos son los privilegiados que pueden permitirse los sistemas antihelada.
Es lo que conlleva depender de una producción agrícola: cada año es distinto y con gran cantidad de factores que escapan al control humano.
¡En el mundo del vino nos gustan los retos!